A pesar que el término en sí: Procrastinar tiene un origen milenario en el antiguo latín y, seguramente, en las tendencias a holgazanear que tenían algunos nobles con mucho por hacer, poco tiempo para hacerlo y excesivo desgano por cumplir con las labores que tenían mucho que ver con solucionar la vida de los subyugados pueblerinos o ciudadanos de sus localidades, yo me enteré de su existencia no hace mucho tiempo.
Con su complicada pronunciación se me hizo difícil memorizarla y asociarla con alguna acción (o falta de ella) en particular.
De hecho, la bendita palabra empezó a usarse con más frecuencia durante los largos encierros a los que nos vimos sometidos en prácticamente todo el mundo durante la pandemia. Millones de personas se tumbaron en sus sillas a poner a prueba la resistencia de sus teclados y celulares con el popular «trabajo remoto». Considero que fue entonces cuando a este mal hábito de dejar para mañana lo que se puede hacer tranquilamente hoy se le puso nombre y apellido.
Me pesan las manos cuando intento comenzar a escribir, le cuesta a mi cerebro un trabajo encomiable ordenarle a cada dedo golpetear sobre la respectiva tecla que necesito para formar las palabras que va solicitándoles. Es complicado atribuir esta falta de motivación a una causa en particular pero pienso intentarlo.
Al parecer, el tema viene asociado inevitablemente a ciertos rasgos de depresión, tristeza crónica o a un desgano a prueba de balas.
Como a todos, las redes sociales me han mostrado cientos, sino miles de supuestas respuestas o soluciones para la procrastinación. Cosas tan sutiles como respirar 10 veces profundamente, hasta las más inverosímiles tales como tomar un baño de agua fría y litros de café azucarado antes de empezar el día.
Podría terminar esta breve entrada al blog indicándoles qué método me ha funcionado en lo particular, pero lamentablemente para mi no ha habido algo que pueda decir que me ha hecho salir de ese tempranero sopor. En mi caso, como en el de muchos desarrolladores y diseñadores, el estancamiento creativo puede significar la pérdida de un cliente o, lo que sería peor, la buena reputación.
¿Mi consejo profesional? Pues tomarlo con calma. Lo que en ese momento no nace, no debe forzarse. Tómate un descanso lejos del computador; una caminata ayuda mucho. Dejar de pensar en ese bloqueo, en el requerimiento del cliente y sus llamadas al menos por 10 minutos. Debes hacer algo totalmente distinto a lo que tienes pendiente. Ese pequeño lapso no retrasará más tu entrega, al menos no tanto como un desánimo de horas.
A mi me ha servido algunas veces llamar a algún amigo o amiga y contarte a grandes rasgos lo que tengo pendiente. Escuchar su punto de vista desde fuera del problema ayuda muchísimo y te da algunas ideas que no hubieras podido obtener de tu apesadumbrado cerebro.
En conclusión, la procrastinación es un mal de nuestros tiempos que vino para quedarse y que debemos aprender a sortear de la mejor manera conociendo nuestros propios hábitos, recursos y limitaciones.